A partir de ahora empieza la cuenta atrás. Estoy a un mes exacto de cumplir con mi FPP (fecha probable de parto) y salir de cuentas, aunque tengo/tenemos la esperanza y unas ganas inmensas de conocerle antes. Y he decidido disfrutar de mi último mes de embarazada tranquila, no sólo por mí, sino por el bebé y por el resto de mi familia.

Yo nací a los 8 meses (no sé exactamente con cuántas semanas) y Ares a las 38 semanas, así que eso me da esperanzas para pensar que el bebé podría avanzarse un poco, aunque mi ginecólogo dice que no son razones suficientes. Más que esperanza, lo definiría como una ilusión máxima de conocerle. Cuando ya queda tan poquito y llevas tanto tiempo dándole vida y sintiéndole moverse dentro de tí, no puedes dejar de pensar en otra cosa.

Empieza la preocupación de pensar en el parto. Sigo siendo una madre primeriza porque siempre he dicho que mi cesárea programada no me dejó «disfrutar» de un parto natural y por consiguiente no pude sentir lo que es dar a luz. Sin embargo, aunque en su momento supuso una gran decepción, con el tiempo lo he asimilado muy bien hasta el punto de dudar ahora en si realmente me importaría repetirlo. Vuelve la incertidumbre de tener que pensar en el dolor, en que algo no vaya bien… la aprensividad que todo esto me provoca empieza a hacer mella.

Hace una semana aproximadamente que decidí dejar de trabajar (soy autónoma). Por suerte, he conseguido acogerme a una baja médica y así seguir teniendo un mínimo de ingresos con el que al menos cubrir la cuota de autónomos (ser autónoma estando embarazada no es tan idílico como imaginaba). Algún día ya os contaré por qué.
Dejar de trabajar me ha ayudado principalmente a alcanzar ese punto de calma que tanto venía necesitando. El mes de agosto ha sido un mes muy intenso emocionalmente y eso se ha visto reflejado en mis nervios. He tenido mucho estrés y ansiedad, lo que ha derivado en dormir peor y tener un estado de ánimo más bajo que habitualmente. Como buena embarazada, he intensificado todo de forma que todo esto, sumado al rechazo de Ares me ha sumido en una tristeza desbordada. Además de todo esto: seguir adelante con el trabajo, con la casa (en pleno síndrome del nido) y con las rabietas de Ares no han ayudado y me he sentido muy sola. Por eso necesitaba tanto este «descanso».

Nos hemos regalado unas vacaciones en familia maravillosas y una escapada romántica de la que espero poder contaros algún detalle más esta semana. Y ahora sí, he vuelto con las pilas recargadas y preparada para esperar «el momento» con mucha ilusión.

Físicamente me encuentro mucho más débil (así fue también durante mi primer embarazo). La barriga descomunal que tengo (este fin de semana me han vuelto a decir si llevaba 2 bebés dentro) y el aumento de 12kg de peso han hecho que me agote a la mínima. Por suerte el clima ha mejorado y nos ha subido unos grados y ya puedo respirar mejor después del verano más caluroso de mi vida. Las noches empiezan a resentirse y no acabo de encontrar nunca la postura adecuada.

En Ares he notado que cada vez es más consciente de que va a tener un hermanito. En todo el embarazo he conseguido que acaricie la barriga, como mucho le da besitos si se lo pedimos. Sin embargo, hace unos pocos días, puso su orejita sobre mi barriga y dijo «mamá, tengo ganas de que salga» y yo toda emocionada le dije que faltaba muy poquito. Entonces él le dijo «t’estimo» y le llamó por su nombre… y yo morí de amor absoluto.

Albert está siendo una pieza de apoyo clave en el desarrollo de estas últimas semanas. Lo necesito tanto a mi lado que no puedo ni imaginarme un sólo día sin él. No sólo es mi marido y el padre de las criaturas, es también mi compañero de vida y mi terapeuta.
Y juntos estamos creando la familia que siempre hemos deseado…

Seguiremos retransmitiendo…

8mesesv2