Pasado el primer mes de empezar a dar el pecho, mis tetas han encontrado una estabilidad necesaria para aliviar los dolores y molestias que tuve durante las primeras semanas.
Bastó un bote de Purelán y mucha paciencia para que a día de hoy haya vuelto a recuperar mis pechos mínimamente sin tener que retorcerme y apretarme la lengua cada vez que el pequeño intenta succionarme o que mi pareja me da un cariñoso achuchón sin dolor.

Después de escuchar varios testimonios, no veía el momento aquel en el que todas me decían «tú tranquila que esto es cuestión de tiempo, pero sobre todo AGUANTA» y una vez más, mi instinto maternal afloró y como cabezona que soy, ahí sigo intentando.

Sin duda, la lactancia es una experiencia maravillosa y no me canso de decirlo. Ni mucho menos soy de las que tiene intención de amamantar al pequeño durante una larga temporada, considero que unos 4 mesecillos puede ser más que suficiente, aunque tampoco me he marcado un tiempo cerrado. Supongo que mi regreso al trabajo será el factor determinante que decidirá este punto.

En cualquier caso, es increíble la transformación mental que sufrimos con este tema. Yo, que de entrada me moría de verguenza a la hora de tener que enseñar mis pechos, incluso en la playa, me veo bajándome el sujetador a pecho descubierto en la cafetería más popular de mi ciudad. Eso sí, no os negaré que siempre voy a la caza y captura de aquella silla discreta en la que tampoco hace falta exponerme cual robado falso de Interviú, pero vamos, que llegados a este punto, mis pechos ya no tienen misterio. Y eso es algo que decidí desde el primer día que accedí a colaborar con el programa «Bebé a bordo», que está a punto de comenzar y que se emite en un canal nacional.

Foto Ola Hopper

Foto Ola Hopper

Me siento privilegiada por este regalo que me ha dado la vida. Ese vínculo que se crea entre el bebé y yo y que nadie puede romper. Esa sensación de ser imprescindible e indispensable para él… Nuestro momento. Sin prisas, sin tiempo.

Después de vivirla, la lactancia ha pasado a un nivel superior. Ya no me parece extraño ver a mujeres a pecho descubierto en medio de la calle o sentadas en un parque. Ahora sólo veo belleza y una profunda admiración.