Por fin he encontrado un ratito para escribir y no es porque no tenga cositas por contar, que tengo un montón! sino porque el pequeño Ares se nos ha puesto malito por primera vez.

Todo empezó con un poco de tos y estornudos, pero cuando empezó a subirle la fiebre, ya fue cuando nos preocupamos y nos fuimos de urgencias al hospital. Llamadme exagerada, pero entre que somos padres primerizos y que ver a un bebé de dos meses con los ojos llorosos, apático y con una tos de viejuno fumador no es agradable de ver, no nos quedó otra opción.

Desde aquí os digo que el jueves por la noche pasé uno de los peores momentos de mi vida cuando vi a mi pequeñín con una vía intravenosa en el brazo. Me entró un pequeño ataque de ansiedad debido a mi aprensividad y que aún cuando me viene a la cabeza aquella imagen me sigue dando un vuelco el corazón.

Afortunadamente no ha sido nada grave y se trata de un simple proceso vírico (aka «catarro«) pero ahora soy más consciente que nunca de lo que implica ver a un hijo sufrir. De repente se para el mundo y no hay nada que te importe más en la vida que verle mejorar. Ya dormimos poco, pero los últimos 3 días han sido aún más agotadores, razón por la cual posiblemente haya provocado que yo también haya recaído y perdido hasta la voz.
Pero eso no importa, sólo queremos verle sonreír de nuevo.

Ay madre… ahora comienza lo bueno, porque nadie dijo que esto iba a ser fácil…