El otro día descubrí lo que era un llamador de ángeles.
Vero, la peluquera, se sorprendía de que no tuviera ni la más remota idea de lo que era aquella bola plateada que le colgaba por encima de la barriga «¿Pero tú no lo tienes?«. Y de repente, claro está, me entraron unas ganas irrefrenables de tenerlo. Caprichos de embarazadas…

BellybolaEl llamador de ángeles se lleva como colgante en el cuello, pero con una cuerda larga para que vaya rozando la barriguita, ya que en su interior contiene algo que emite un sonido armonioso que suena muy ligeramente (como unas campanillas) cuando te mueves. Tengo que decir que, al menos el mío, no es como un cascabel, que se haría insoportable de aguantar todo el día, es algo mucho más leve que apenas es perceptible.

La leyenda cuenta que protege y favorece el bienestar a quien lo posee (y al bebé que está en el vientre de la madre poseedora) y que además estimula al bebé, cuando a partir de las 20 semanas ya empieza a apreciar sonidos. Una vez que nace, también se puede colocar en la puerta o en la cuna para seguir protegiendo al bebé en sus sueños y únicamente podrá ser utilizado por uno de los dos, madre o hijo.

bola blanca

Y cómo uno tiene que cuidar muy bien de su ángel de la guarda, decidí utilizar a mi madre, que muy amablemente se mostró voluntaria a regalarme tan necesario artilugio. Y aunque tengo que decir que hay de muchos tipos y los que más me gustaban eran esos rococós con carcasa de plata que rondaban los 40-50€, opté por quedarme una versión más juvenil y económica (20€) de Bebe-Llo.
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