Ayer tuve un pequeño susto, fruto de una madre primeriza, inexperta y algo paranoica como yo.

Resulta que llevaba todo un día con unos pinchacitos en la parte inferior del abdomen que aunque  no eran muy dolorosos, si me resultaban molestos y desconcertantes. La culpa es mía, por leer todo tipo de testimonios, los buenos y los malos, que hacen que no pare de darle vueltas a cualquier síntoma nuevo que se presenta.

correasPues bien, tuve la gran suerte que la enfermera del centro médico donde me visito es un cielo y me dijo que fuera cuanto antes para que me examinara la doctora. Cuando llegué, descartó que pudiera estar sufriendo una nueva infección de orina, que el flujo que perdía fuera eso, flujo, y no líquido amniótico, comprobó que el tamaño de mi útero fuera el normal, que el corazoncito del bebé latía con fuerza… todo estaba correcto. Así que me envió al hospital para descartar que estuviera teniendo contracciones prematuras, que en ese caso, se tendrían que parar inmediatamente.

En el hospital volvieron a realizarme todas estas pruebas y además comprobaron que efectivamente no estuviera sufriendo pequeñas contracciones mediante un sistema de monitorización que comunmente se le conoce como «correas», y que no es otra cosa que una máquina electrocardiotocógrafa (ahora repítelo con un polvorón en la boca) que mide las contracciones de la madre y el latido del bebé.

Finalmente pude irme tranquila y feliz a casa, sabiendo que lo que me pasaba era perfectamente normal teniendo en cuenta que ya estoy de 28 semanas (ya!!) y que mientras no sean dolorosas, no tenía por qué preocuparme. Ahora el bebé crece muy rápido, demasiado, y mi útero irá sufriendo pequeñas nuevas transformaciones que mi cuerpo tendrá que ir asimilando.
Empieza la recta final…