Como he dicho en otras ocasiones, soy madre de un niño que no duerme. Mi hijo tiene 24 meses y no consigue dormir más de 4 horas seguidas. Pero eso siendo positivos, porque a veces no conseguimos que sean más de 2 horas. Además, mi marido no es partidario de prácticas y métodos «invasivos» (léase Estivill y compañía) así que no nos queda otra que esperar a que Ares esté preparado para dormir del tirón. (¿Lo estará algún día?)

No me  gustaría parecer una dramática, aunque seguro que lo parezco porque soy consciente que hay cosas mucho peores que tu hijo no duerma, no lo dudo y no pretendo comparar, pero siempre que hablo de esto, le digo a la gente que si no ha experimentado lo que supone estar 2 años sin dormir, de ninguna de las maneras puede entenderme. Y a veces una busca un poco de empatía y encontrar a alguien que esté sufriendo lo mismo que tú para sentirse algo mejor.

Así que he decidido hacer un post para contaros así por encima, 10 cosas que llevo sufriendo desde hace más de 24 meses y que siento que con el tiempo no mejoran:

1. Me despierto más cansada que cuando me acuesto.

2. Pierdo la noción del tiempo y de las horas de sueño que necesito. Entro en un estado de falta de energía constante que no tiene fin, es como un bucle.

3. Sufro de dolores de cabeza y musculares en general que antes nunca había padecido.

4. Estoy más irritable y sensible. Los enfados por tonterías son más frecuentes (y aquí es donde entiendo eso que dicen de «los niños rompen parejas». Creo que se refieren exactamente a «los niños que no duermen, rompen parejas». Por suerte en mi caso, aún no lo ha conseguido y espero que no consiga romperse jamás, pero nos deja herida, no lo negaré).

5. Tengo menos paciencia y autocontrol. Todo lo intensifico más y me cuesta gestionar situaciones que sé que en un estado de mejor salud mental podría gestionar sin problemas. Sin mencionar que tu hijo está en la misma situación que tú, porque recordemos que es él quien tampoco descansa y por consiguiente adopta una actitud más agresiva.

6. Falta de concentración. Lo que normalmente hacía en 1 hora, ahora me lleva 3 horas porque no encuentro el momento de empezar/acabar.

7. Aumenta mi nivel de ansiedad, lo que provoca que necesite mayores niveles de azúcar en la sangre y aumento de peso (he engordado 5 kilos en los últimos meses).

8. Aumenta mi nivel de agotamiento extremo, perdiendo asimismo la motivación por hacer deporte o simplemente realizar actividades que impliquen esfuerzo físico con lo que acabo volviéndome más «perezosa» en mi tiempo de ocio (y sí, léase también «momentos íntimos»).

9. Disminuye mi autoestima. El círculo vicioso de: tengo ansiedad, luego como, luego engordo, luego no consigo ponerme un pantalón de mi talla, luego me siento horrible y por tanto descuido mi imagen física y personal.

10. Pierdo la alegría y envejezco 10 años de golpe (tanto por dentro como por fuera). Esto es así y va a peor a medida que pasa el tiempo.

Así de duro lo estoy viviendo. Llamadme débil.

Y de repente lo he visto claro. Ayer fue uno de esos días que ya no recordaba. Me desperté a las 7 am, muy temprano pero sorprendentemente muy descansada, algo que provocó en mí un sentimiento de desasosiego poco habitual. Ares había dormido desde las 0:00 del tirón, es decir ¡7 horas seguidas!. Fue extraño despertarme sin un llanto de fondo y con luz natural en la habitación.

¿Y qué es lo que pasa cuando tu hijo consigue dormir 7 horas seguidas? Pues que te despiertas descansada, lúcida, más alegre y feliz. Más enamorada, aun si cabe, de tu marido y de la vida en general. Sonrío más y tengo ganas de compartirlo con vosotras.
Hoy me siento un poco más joven.
(Por desgracia, sólo se ha tratado de un caso aislado).

feliz

Foto Joan Valera