Este fin de semana hemos estado de celebración, y no me refiero al Carnaval ni a San Valentín, sino a algo que para nosotros ha sido mucho más importante, el segundo cumpleaños de Ares. Lo curioso es que, a diferencia de muchas de vosotras, tengo que confesar que los 2 años no me están pareciendo «la mejor» etapa del bebé.

Supongo que cada etapa tiene sus cosas buenas y malas y supongo que cada niño hace que se vivan estas etapas de forma distinta.
Este último año con Ares me ha traído muchas cosas positivas, de las que destaco: el gran poder de interactividad que se ha creado entre nosotros. Esas ganas locas de Ares por aprender, querer hacerlo todo sólo y empezar a forjar su carácter están siendo increíbles. Sin duda el escuchar su vocecita construyendo frases es algo que me sigue emocionando muchísimo, cada palabra nueva, cada razonamiento nuevo se convierten en una gran hazaña que a su padre y a mí nos llena de un profundo orgullo y su sentido del humor es simplemente maravilloso.

Ahora bien, hay cosas de esta etapa a las que no creía estar preparada y sigo sin creer que lo estoy. Me refiero a las temidas pataletas, a la desobediencia, al cambio de carácter que experimentamos cuando su padre o yo estamos delante, a esa fuerte impulsividad y falta de control que demuestra cada vez que algo se interpone en su camino, a esos bofetones y tirones de pelo que me he llevado y que pensaba que eso sólo ocurría en los capítulos de la «Super Nanny», pero sobre todo, sobre todo… creo que nunca antes estuve preparada a sentir el RECHAZO de mi hijo. Me explico:

Desde hace un tiempo estamos experimentando en casa un sentimiento de «papitis» extrema que se ve acentuada, obviamente, cada vez que el papá está en casa. No importa que sea yo quien le dedique cada tarde, quien le vista y le dé de comer, quien le acueste la mayoría de noches. No importa que cumpla estrictamente con mi papel de madre a diario, ni que me lo meriende a besos, él ahora sólo pregunta por su padre. Y claro, yo me muero de celos y me invade el sentimiento de culpa. ¿En qué momento exacto ha empezado esto? ¿En qué momento le he desatendido? ¿En qué momento mi hijo ha dejado de necesitarme?

Mi marido dice que no me preocupe, que él también sintió esto hace unos meses cuando Ares sólo quería dormir conmigo y que son sólo etapas. Pero a mí se me está haciendo eterna.

¿Alguna otra mamá en la sala que se sienta identificada conmigo? Que me diga cuánto tiempo le duró esta etapa, si es que la ha pasado ya.

Arescumple2