Y así llegan los 6 primeros meses de mi bimaternidad, enfrentando sentimientos muy divididos sobre cómo he querido llevar la maternidad y cómo la estoy llevando y saliendo de una crisis existencial que me está convirtiendo en la persona que soy. Hoy me pongo un poco trascendental, que sé que a más de una le gusta (y no miro a nadie porque no me veis).

Si el nacimiento de Ares me trastocó la vida, el de Goran le ha dado un vuelco totalmente imprevisible. Hubiera deseado tener un trabajo más estable y un sueldo más digno antes de embarcarme en la bimaternidad, pero yo que soy así de chula, no lo pensé demasiado. Y ese es precisamente mi consejo para todo aquel que esté en ese momento en que se plantea si tener o no tener un segundo hijo… «no lo pienses». Sólo queríamos que los hermanos se llevaran poquito y era lo único que nos preocupaba en ese momento. Y oye, estamos viviendo «a la aventura», sin saber muy bien cómo continuará y asumiendo algunos riesgos pero al final ése ha sido mi modus vivendi de siempre (algo que siempre ha puesto muy nerviosos a mis padres, por cierto).

reflexionNo señores, el blog no me da para comer ni tampoco lo busco. Quiero seguir trabajando en nuevos proyectos, con nuevas empresas y haciendo lo que siempre he hecho: comunicar, pero no a costa del tiempo que quiero dedicar a mis hijos. No os voy a negar que he llegado a ese punto en el que me siento cómoda con él (el blog, digo). Las marcas me buscan, me ofrecen sus productos y me piden que os cuente mi experiencia y ahí ya vosotros decidís si queréis adquirirlo o no. A mí en cierta manera, me divierte y me da satisfacción que la gente confíe en mí sin conocerme.

Disfruté del primer año de Ares y ahora disfrutaré del primer año de Goran, con sus 365 días y sus 365 noches aunque para ello tenga que acabar desempolvando aquellos ahorrillos que tenía guardados para estudiar un Master en Nueva York o en Londres o en Finlandia o qué se yo. Pero lo cierto es que no encuentro mejor inversión que la que estoy viviendo en estos momentos de mi vida. Ellos son mi Doctorado y mi proyecto de final de carrera, y lo mejor es que no tendré que presentarme ante ningún jurado, sé que me darán el título de madre que tanto he deseado tener toda mi vida.

Ya he viajado mucho (y seguiré haciéndolo), me he formado profesionalmente como siempre he deseado (y seguiré haciéndolo), he disfrutado de amistades increíbles (y seguiré haciéndolo), he vivido en el extranjero, he aprendido a estar sola, a conocerme y a divertirme. Mi vida me ha llevado a encontrar al compañero que siempre he querido tener a mi lado y quien me ha dado la mejor familia que podía tener. Él es quien me está enseñando a no exigirme tanto y a valorar esas grandes cosas que tengo. Y me cuesta, porque soy inconformista por naturaleza y porque me he pasado la vida buscando próximos retos. Pero ¿sabéis qué? que por primera vez en mi vida, he decidido que quiero apretar al Pause y ver qué ocurre.Sin escuchar a nadie más que a mi propia conciencia.

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Releyendo este post me doy cuenta de que muy probablemente no se entienda nada de lo que he escrito y me entra la risilla floja. Perdonadme, pero necesitaba este momento de confesiones. Para que luego digáis que ya no escribo posts personales.

ACLARACIÓN: Ojo! Según vuestros comentarios en las redes sociales, creo que he dado entender que he decidido dejar de trabajar pero a lo que me refiero es a dejar de crecer profesionalmente. A «renunciar» a tener un trabajo a jornada completa o con un sueldo y unas responsabilidades como las que tenía antes de ser madre y que implicaban largas jornadas fuera de casa. De momento ni puedo ni quiero dejar de trabajar 😉