Aunque deseo con todas mis ganas tener momentos a solas con mi marido, me cuesta despegarme de mis hijos. Esto es así. El último fin de semana que pasé a solas con Albert fue hace algo más de un año. Yo estaba embarazada de Goran y queríamos celebrar nuestro primer aniversario de boda. Así que para no perder la tradición, este año, y aprovechando que Goran ya tiene casi un añito, quisimos repetir escapada.

El problema para mí radicaba en que sigo dándole pecho por la noche. Goran se sigue despertando cada 2-3 horas y «aparentemente» lo único que le calma es el pecho. Y digo «aparentemente» porque ni siquiera hemos averiguado si hay otras formas de calmarle. Se despierta, llora, le pongo el pecho y vuelve a dormir. Y en esa rutina nos apañamos de forma que no probamos fórmulas nuevas. Hemos probado biberones y nada (ni siquiera con leche materna).

Así que hace ya tiempo que vengo necesitando un fin de semana de dos, pero sólo la idea de pensar que Goran lo pasaría mal por no tenerme o que lloraría sin parar, me hacía sentir culpable.
Así que sin más, cerré los ojos e hice de tripas corazón.

Pensé en lo feliz que le iba hacer a Ares pasar todo el fin de semana en casa de sus abuelos, con sus primos, comiendo su comida favorita y acostándose tarde en la misma cama que sus abuelos. Pensé en lo feliz que iba a hacer a sus abuelos ofreciéndoles un fin de semana con los pequeñines, sin límite de hora y pudiendo dormir con ellos, algo que no habían hecho desde que Goran había nacido. Pensé que Goran no tenía ningún problema de nutrición, que si no tenía pecho una noche, no le causaría ningún trastorno alimentario y que lo peor que podía pasar es que llorara un poquito más de la cuenta. Y poniéndonos en una situación dramática, estaba a 1 hora de distancia, así que podría volver en cuanto fuera necesario.

Por nuestra parte, sentimientos divididos. Felices de pasar un tiempo de calidad para nosotros sin interrupciones y cautelosos a la hora de decirles «hasta mañana». No os negaré que es inevitable hablar de los críos aunque sea un ratito, aunque sólo sea para admirarles en la distancia. No os negaré que llamamos 3 veces para comprobar que habían comido bien y estaban felices. No os negaré que no pude dormir más allá de las 7.30h porque en cuanto abrí un ojo un sentimiento de congoja se apoderó de mí hasta que supe que Goran estaba bien, feliz y tranquilo.

El reporte de los abuelos es que sí, que lloró. Que se despertó cada 2-3 horas igual que conmigo, pero que al no tener a mamá cerca, se volvía a dormir pasados un par de minutos. Cuando los fuimos a recoger los niños estaban felices y los abuelos, aún más. Ares directamente estaba tan ocupado jugando con su prima que ni vino a darme un beso. Parece que ni me echó de menos.

Cuando le preguntaban a Ares «¿Dónde están los papas?«, él contestaba… «se han ido a quererse mucho«. Y yo no puedo dejar de sonreír porque así es como lo sentí.
Quizás haya parejas que no lo necesiten. Yo sí. Necesito pasar tiempo a solas con él, necesito tener tiempo para quererle a solas, para recordar nuestra vida anterior, para abrazarle bien fuerte y reafirmar nuestros sentimientos. Para mirarnos a los ojos  y darnos cuenta de lo afortunados que somos.

¿Cada cuánto dedicas tú tiempo de calidad a tu pareja?

Foto maravillosa de Noelia Iniesta.

Foto Noelia Iniesta

Foto Noelia Iniesta