A los 6 meses de nacer Ares, decidí comprarme una mochila ergonómica Boba Carrier. Mi espalda no es que resista demasiado, pero me pareció una idea muy práctica y cómoda para transportar al bebé en momentos muy concretos: cuando llueve y tienes que salir con paraguas, hacer recados breves, asistir a acontecimientos masivos.
Y así fue como el porteo formó parte de nuestras vidas.

Hasta ahora lo llevaba delante como podéis ver en otras fotos que he publicado y a menudo se me quedaba dormido en el regazo. Es una sensación maravillosa y más cuando asumes que esta experiencia tiene los días contados.

Ahora ya supera los 9 kilos, y él, que es un bebé muy inquieto y quiere verlo todo, no parecía estar tan agusto como cuando al principio se quedaba dormidito. Así pues que justo hace poco decidí que ya era el momento de ponerle en la espalda.

Admito que no me gusta tanto como delante y que puede que tenga algún inconveniente más, los más importantes son:

– Cuando paramos, me tira del pelo y me hace daño. Sí, mi hijo me está dejando calva por momentos. Pero confío que esto es sólo una fase que se pasará cuando entienda que me hace daño. Paciencia.
– Si se le cae el chupete, aunque lo lleve enganchado, soy incapaz de colocárselo. Ayer, por ejemplo, tuve que pedirle a una amable y desconocida señora en el mercado que se lo pusiera ella.
– Me cuesta un poco colocar la mochila sola. He visto vídeos explicativos pero en ninguno de ellos el niño se mueve como mi hijo, así que me sirven de poco. Al final lo que hago es colocarme sentada en el sofá, bajar la cabeza para que mi espalda quede los más horizontal posible y colocarle encima. Como no porteo mucho, cuando lo hago prefiero que su padre me ayude, me da más tranquilidad. Pero si no está, me las apaño para hacerlo sola.

Pero dejando de lado estos inconvenientes, también tiene otras muchas ventajas:

– Me es muy cómodo, siempre y cuando no supere las 2 horas de paseo (el porteo lo veo como algo puntual y no habitual)
– Tengo las manos libres (llevando cochecito, no) y me da mucha más libertad de movimiento
– Me permite llegar a lugares que con el cochecito es difícil
– Me encanta sentir el calorcito del peque en mi espalda y cuando le entra sueño, se apoya en ella y descansa. El cochecito siempre marca una distancia entre nosotros, y más desde que va en sentido de la marcha.

Y lo más importante es que él parece estar encantado…