Hace mucho que quería regalarles a mis padres una escapada a Narbonne. Y desde que probé Les Grands Buffets que quería volver a vivir la experiencia junto con ellos.
Así que me aventuré a regalarles una breve escapada entre semana (de miércoles a jueves) con un montón de planes para saborear al máximo la región. Eso sí, nos acompaño Keira.
Cabe deciros que el viaje fue todo un éxito así que os lo comparto por si os sirve de inspiración para regalar a vuestros padres o familiares.
La cooperativa L’Oulibo
Nuestra primera visita fue a la cooperativa oleícola L’Oulibo, situada a tan solo 20 minutos de la ciudad de Narbonne. Allí nos hicieron una visita guiada super interesante y acabamos haciendo una degustación de aceites y sus diferentes variedades de olivas (aunque producen 5 tipos de olivas diferentes, solo dos de ellas se comen en crudo).
La cooperativa, creada en 1942, es hoy la segunda cooperativa oleícola del departamento de Aude y una de las más importantes del país. Además, es la mayor productora de la oliva Lucques del mundo. Todo el proceso es artesanal y no usan ni conservantes ni aditivos.
No pudimos ver el molino porque lo estaban restaurando pero pudimos hacer una pequeña visita bajo los olivos.
Los precios de las visitas van desde los 6€ (adultos) y 4€ (niños). Además organizan búsquedas de tesoro para el público infantil y hacer la vísita más lúdica.
Degustación de vinos y productos locales de Bize-Minervois
Justo al lado de la coopertiva hay un lugar llamado Le Grand Célier donde podéis hacer una degustación de vinos y otros productos gastronómicos locales. La bodega de Languedoc cuenta con 400 viticultores y su finca se extiende sobre 2.000 ha de viñedos.
Para unos amantes del buen comer como mis padres, fue un gustazo recibirnos con embutidos, patés, quesos y ostras exquisitas. Además algunas de esas especialidades también las podéis probar en el restaurante que hay justo al lado y que se llama Aubergue de la Selette.
A mi padre, que es un hombre muy exigente con los vinos, le sorprendió muchísimo el sabor y gusto de los vinos de la zona y nos llevamos unas cuantas botellas a casa. Además el chico que nos atendió fue muy amable y atento con nosotros.
Un oasis en el centro de la ciudad de Narbonne
Una vez dejamos la zona de Bize-Minervois, regresamos a nuestro alojamiento en el centro de Narbonne.
Nos alojamos en un hotel boutique precioso llamado Le Mosaïque. Es un antiguo palacete totamente reformado desde hace un año aproximadamente y que combina las culturas italo argentinas de los propietarios.
Verdaderamente el hotel es una delicia. Estuvimos tan agusto allí que volvería sin dudarlo con los ojos cerrados.
Una vez nos cambiamos de ropa, fuimos a cenar a Les Grands Buffets. En el post de mi primera visita allí podréis descubrir más sobre este peculiar lugar que tenéis que visitar una vez en la vida. Eso sí, reserva con mucha antelación.
Un paseo por el centro histórico de Narbonne
Nuestro segundo y último día lo reservamos para conocer la ciudad de Narbonne. Sabréis que nosotros ya hemos estado en varias ocasiones, y hasta en Navidad. Pero mis padres aún no lo conocían.
En la oficina de turismo recogimos el Pass Monumentale (10€), que te permite ver algunos museos y monumentos muy recomendables de la ciudad y sale más económico que verlos por separado.
Te entra el palacio museo de los arzobispos, la sala de los tesoros de la catedral, subir al torreón y la casa de Charles Trenet (esta última está algo más lejos del centro y finalmente no fuimos).
No dejes de visitar la majestuosa catedral con su precioso claustro y su jardín exterior (donde encontrarás un peculiar reloj de sol y un banco gigante muy divertido), o el palacio de los arzobispos y el museo de arte e historia.
La subida al torreón merece mucho la pena aunque tengas que subir 160 escalones, las vistas de la ciudad en 360º son únicas y bastante espectaculares.
Sin duda Narbonne es una ciudad perfecta para una breve escapada porque es pequeña y con mucho encanto. Su mercado, declarado como uno de los más bonitos de Francia es digno de visita también. Además los jueves hay un mercadillo muy pintoresco alredeor del canal que nos encantó.
Hay muchos sitios que ofrecen comida muy rica y a precios razonables. En esta escapada fuimos al emblemático Chez Lulú, un típico bistrot francés con raciones generosas. Probamos el cerdo negro y el pulpo y estaban riquísimos.
Gracias a la Oficina de Turismo de Narbonne – Côte du Midi por las ideas y los planes, siempre me descubren sitios tan interesantes. Espero que a vosotros también os sirva para un viaje inspirador.
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